La ciudad fue devastada por invasores, mercenarios, «libertadores» y ocupantes. Sin embargo, ha conservado su pasado como ninguna otra ciudad en el mundo. La historia milenaria de Roma está marcada por guerras sangrientas, golpes de estado, epidemias, incendios y terremotos. Pero tal vez los eventos más dramáticos que ha sufrido la ciudad fueron los asedios y las feroces incursiones de aquellos pueblos que a lo largo de los siglos han tratado de conquistarla, doblegar su poder y saquear sus riquezas.
Breno el galo asedia y saquea Roma en 387 a.c.
Cerca de Roma, un pequeño afluente del Tíber fluye discretamente, pero los romanos de antaño lo conocían bien, es el río Alia, donde la ciudad sufrió una inesperada derrota militar contra los galos senones, tribu celta liderada por Breno. Fue el 18 de julio de 387 a. C.. Una fecha que durante mucho tiempo los romanos no olvidarán, ese mismo día, los galos llegaron a Roma. La ciudad estaba a su merced.

El único foco de resistencia estaba en el Campidoglio, donde hueron los pocos ciudadanos que habían logrado escapar. El asedio se prolongó durante todo el invierno, y para evitar el colapso de la ciudad, privados de provisiones, los romanos tuvieron que llegar a un acuerdo con los galos. «Sobornar a los bárbaros para persuadirlos de que se vayan puede haber sido un motivo de vergüenza, pero fue la decisión correcta». Fue después de esta debacle, cuando finalmente Roma decidió consolidar las antiguas murallas, de las cuales hoy quedan huellas, durante siete siglos fueron el baluarte defensivo de la ciudad.
Los visigodos de Alarico alcanzan Roma en 410 d.c.
Ocho siglos después de la incursión de los galos de Breno, otro desastre golpeó la Ciudad Eterna, la invasión en 410 perpetrada por los visigodos de Alarico. El famoso episodio es parte de las llamadas «invasiones bárbaras» que en el siglo quinto, golpearon el imperio, en ese momento el imperio se encontraba dividido en dos. Los visigodos habían estado presionando durante mucho tiempo contra los límites territoriales de Roma, porque fueron impulsados por el avance de otra población, los temibles hunos, procedentes de Asia Central.

Alarico buscaba un acuerdo que garantizara a sus pueblos territorios seguros para establecerse. «El gobierno de Ravenna, donde se había transferido la capital del imperio, se negó. Así que el rey de los Visigos necesitaba dar un impulso a la negociación para obligar al emperador a aceptar un acuerdo, un lugar que aún no había sido destruido «, ese lugar era Roma. Entonces, después de un largo asedio y varios intentos de asalto, en la noche del 24 de agosto de 410, los visigodos derribaron la «Porta Salaria» e incendiaron la ciudad.
Los tres ataques de Totila el rey ostrogodo 546 d.c.
En el 476 Odoacro, rey de los hérulos, depuso al último emperador romano, el joven Rómulo Augústulo, poniendo fin a la historia del imperio romano occidental. Ese vasto territorio, que quedó «huérfano», fue disputado entre bizantinos y ostrogodos en lo que las crónicas llamarán «guerra greco-gótica» (535-553). Fue en este contexto que la ciudad sufrió otra incursión, en la noche del 17 de diciembre de 546, gracias a la traición de algunos soldados que custodiaban las murallas de la ciudad, los ostrogodos entraron en masa en la ciudad, su rey era Totila. «Exaltados por la empresa, mataron a todos los romanos que pudieron encontrar, hasta que el monje Pelagio convenció a Totila para que los detuviera».

El general bizantino Belisario logró liberar la ciudad al año siguiente, lo que provocó la reacción de Totila, quien intervino con un segundo asedio fallido. El rey Ostrogodo volvió a intentarlo en otoño de 549 con éxito. Su victoria, sin embargo, fue efímera, en 552 Roma fue reconquistada nuevamente por los bizantinos y anexada al Imperio Romano Oriental.
Cuando el Papa pidió ayuda al normando Roberto Guiscardo en 1084
El 21 de mayo de 1084, Roma fue invadida y saqueada debido a una «venganza». Hace años, en el frío invierno de 1077, se produjo la famosa «humillación» de Canossa, un episodio en el que el emperador germano Enrique IV se postró a los pies del Papa Gregorio VII implorando la revocación de la excomunión. El asunto deterioró definitivamente las relaciones entre el papado y el poder imperial, Enrique IV designó a un antipapa, Clemente III, y en 1084, después de un año de sitio, marchó a Roma para ser coronado emperador. Gregorio VII, por su parte, se atrincheró en el Castillo de Sant Angelo y pidió ayuda al líder normando Roberto de Hauteville, llamado «il Guiscardo».

Apareció a las puertas de la ciudad con su ejército: «Fue la máquina militar más extraordinaria de Europa en el siglo X». «Hasta entonces, todos los asaltos en Roma habían llevado a asedios prolongados e ineficientes. El de Guiscardo, en cambio, lo conquistó en solo cuatro días». Una vez que el pontífice fue liberado, los normandos comenzaron la devastación de la ciudad.
Nueve meses de infierno, el saqueo Lansquenete de 1527
El siglo VII estuvo marcado por la larga serie de conflictos por la supremacía en Europa entre el Sacro Imperio Romano y el Reino de Francia. El emperador Carlos V de Habsburgo y I de España, controlaba el norte de Italia y dominaba todo el sur como una herencia aragonesa. El entonces papa Clemente VII quiso romper ese círculo vicioso, y así, en 1526, se alió con el rey francés Francisco I de Valois. Como reacción a este juego de alianzas, Carlos V se movió contra la capital del cristianismo, un contingente de unos 10 mil lansquenetes, soldados mercenarios alemanes de fe luterana.

Llegaron a las murallas de Roma, masacraron a los guardias suizos y el 6 de mayo de 1527 entraron salvajemente en la ciudad. Entre asesinatos, violaciones masivas y redadas, el saqueo duró unos nueve meses, y luego fue recordado como el más terrible de todos los que sufrió la ciudad. «Alguien observó que, en comparación, el infierno hubiera parecido maravilloso». Para poner fin a esto, la Iglesia tuvo que pagar un rescate muy alto.
Los franceses de Napoleón III contra la República de Mazzini en 1849
El 9 de febrero de 1849, nacieron la República romana de Mazzini y Garibaldi, un experimento democrático que, a pesar de haber tenido una vida muy corta (duró solo cinco meses), jugó un papel crucial en la historia del «Risorgimento» del país. El nuevo gobierno revolucionario establecido en la ciudad socavó al Papa Pío IX del trono, obligándolo a huir. El ejército francés de Napoleón III fue llamado a su rescate, el 30 de abril de 1849 llegó a las puertas de la ciudad.

Las fuerzas de la República romana intentaron resistir y lograron acordar una tregua hasta el 4 de junio. Los franceses, sin embargo, lanzaron el ataque decisivo un día antes de lo planeado, sorprendiendo a las tropas republicanas con la guardia baja. Roma, quedó bajo un nuevo asedio, también comenzó a ser bombardeada, hasta que, después de unas pocas semanas, fue ocupada, la República no capituló. Fue el 4 de julio. «Los franceses disolvieron la asamblea de la ciudad con bayonetas», «desarmaron a la población, desgarraron todos los símbolos de la República y persiguieron a sus principales figuras».
La invasión nazi y los bombardeos de los aliados 1943-1944
El último ataque en Roma fue llevado a cabo durante la Segunda Guerra Mundial por las fuerzas nazis. Estos ocuparon la ciudad después de la proclamación del armisticio del 8 de septiembre de 1943, con la cual el nuevo jefe del gobierno italiano, Pietro Badoglio, se puso del lado de los aliados. En ese momento, temiendo la reacción de Hitler, los principales miembros del gobierno, incluido el rey Victor Emmanuel III, huyeron de la capital, que quedó a la merced de los ejércitos alemanes, listos para ocuparla en unas pocas horas. «La gente se escondía en conventos, en hospitales y, sobre todo, en sus casas, hasta el punto de que pronto uno comenzaba a decir que la mitad de Roma escondía la otra mitad».

Creo que no hay que olvidarse del saqueo de Roma del año 455 a manos de Genserico, rey de los VANDALOS